Mirta durante la reciente señalización de la esquina ubicada en las calles Aristóbulo del Valle y Centenario, donde vivió Olga De Souza Pinto. Crédito foto: MUNICIPIO DE MARCOS PAZ

Entrevista

Mirta De Souza Pinto sobre la desaparición de su hermana Olga en Marcos Paz en 1977: “Su pecado fue abrir mentes”

By Fernando Gigena

March 24, 2024

Mirta De Souza Pinto es hermana Olga De Souza Pinto (31 de julio de 1946), secuestrada y desaparecida en Marcos Paz el 17 de junio de 1977, durante la última dictadura cívico-militar. Ella también fue secuestrada durante una noche. El mismo día que se la llevaron a un centro clandestino de detención, raptaron a Óscar Sánchez, ex intendente marcospasense (1973-1976), hoy desaparecido. Cuando las supuestas fuerzas de Seguridad regresaron a Mirta a su casa, luego de algunas horas en cautiverio, se llevaron a Olga, a quien su familia nunca más volvió a ver.

En el marco del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, PUNTO DE NOTICIAS habló con Mirta para conocer la historia de Olga, cómo fueron aquellos oscuros días en la ciudad y cómo era vivir en el contexto del violento y sangriento terrorismo de Estado.

¿Cómo comenzó Olga a militar?

Estamos hablando del año 77. Olga militaba en el gobierno justicialista de Óscar Sánchez. En su juventud había empezado a trabajar en barrios con la iglesia católica a la que pertenecemos. Y eso la llevó a conocer lo que eran otras realidades, y yo creo que a expandir lo que es la solidaridad que uno aprende en la familia. Yo en realidad estaba muy de novia, de participar políticamente, nada. Las circunstancias se dieron a que en la confusión la gente que hizo el operativo en el año 77 me llevara a mí. En 1973, con el gobierno de Óscar Sánchez, buscaron a Olga para armar la Comisión de Cultura. Y allí militó mucho más en barrios y para la juventud peronista.

¿Qué recordás de Olga? ¿Cómo era ella?

Era mi hermana mayor (Mirta es la menor de 3 hermanas: Olga y Susana.) Una hermana muy comprometida con su estudio, con los padres, con el rol del hermano mayor. Empezó a estudiar inglés y comenzó a trabajar. Era un ejemplo para nosotros porque el cansancio no lo conocía. Después se recibió y en 1973 apareció la propuesta de Óscar Sánchez para trabajar en la Comisión de Cultura. Y el primer proyecto es la creación de una Escuela Superior para adultos. Ellos salían a los barrios a preguntar: ¿Terminaste de estudiar o no? ¿Por qué razón? Detectaron que había mucha gente que podría haber estudiado si hubiera tenido a mano un lugar donde hacerlo. Entonces, empezó en el año 76 a funcionar lo que se llamó SENMA 54, Centro Educativo Nivel Medio Adultos. La nombraron coordinadora. Y en el año 76 empezó a ejercer.

Reciente señalización de la esquina en donde vivió Olga. Crédito foto: MUNICIPIO DE MARCOS PAZ

Sobre el secuestro, Mirta contó que en 1977, con muchos alumnos inscriptos, desde el Gobierno querían cerrar el SENMA. “No saben la cantidad de adultos que salieron del SENMA”, exclamó. En ese contexto, Olga fue al ministerio de Educación en La Plata para pedir que no se clausure. El proyecto siguió funcionando y en el mes de junio de ese año recibió un telegrama que decía que la dejaban cesante de sus actividades, sin motivo aparente.

Mirta señaló que cree que esa visita a La Plata le costó a Olga la denuncia y desaparición.

Durante la noche del 16 de junio, personas armadas, supuestas fuerzas de Seguridad, entraron a la casa de la familia De Souza Pinto. Alegaron una denuncia y comenzaron a buscar cosas. Luego de revolver todo, encontraron una carta con el nombre “Juan Carlos Nakahara” en el cajón de la ropa interior de Mirta -confundieron al remitente con Juan Takara, miembro de la Juventud Peronista desaparecido al día siguiente-. Por este hallazgo, la detuvieron, llevándola junto al gremialista Enrique Sous y el ex intendente Oscar Sánchez -ambos desaparecidos hasta el día de hoy- a un centro de detención desconocido.

Allí, Mirta escuchó a Enrique llorar y gritos de torturas. Luego de algunas horas la devolvieron a su casa, pero se llevaron detenida a su hermana, a quien nunca volvió a ver.

“Uno de ellos me dijo: ¿No se va a despedir de su hermana? —relata Mirta— Entonces cuando me acerco, estaba el que conducía, Olga y otro hombre más. Olga estiró la mano, me tomó el brazo y me dijo: ¿Qué te hicieron? Entonces yo no entendía porque me preguntaba, yo tenía la cara desfigurada y me di cuenta cuando entré a mi casa, de haber estado llorando toda la noche anterior. Me dijo ‘cuidá a los viejos’. La camioneta arrancó y fue lo último que yo vi de mi hermana el 17 de junio del 1977”.

“El pecado de mi hermana fue abrir mentes”, sostiene, mientras recuerda la tarea de Olga como docente.

El 13 de junio de 1977, Olga recibió un telegrama por el cual la dejaron cesante de su labor educativa en la Escuela Media N° 1 de Merlo. La Resolución Nº 1754/77 la puso bajo sospecha y quedó marcada. Fue secuestrada-desaparecida el 17 de junio de 1977, a sus 30 años, de su propio domicilio, sito en Aristóbulo del Valle 1787, Marcos Paz

¿Cómo era el clima que se vivía en esos años?

El clima se venía generando desde antes. Era denso. Había una efervescencia de la juventud militante. Una parte de esa juventud pensó que con las armas podía sacar adelante sus ideas. Y se equivocó. Pero hubo otra juventud, que era la que trabajaba, y la que tenía entendido esto de la solidaridad para con el otro. Yo lo viví con la gente que conocí, que hacía política con mi hermana en ese entonces. Era salir a los barrios, era militar. Era trabajar por el otro. Y era comprometerse políticamente. Era una época muy efervescente. Había violencia. Yo no voy a negar que había barcos que volaban por el aire. O lanchas con militares. Que la gente de determinada tendencia militante pensaba que era el modo de atacar o de defenderse de alguna persona o de algún hecho. Esas cosas existieron. Yo les puedo dar fe que no es el caso de las personas que yo conocí en Marcos Paz. Oscar Sánchez era maestro. Fue elegido intendente. Los avances más de vanguardia que se pudieron lograr en Marcos Paz fue con su Gobierno. Pero como siempre pasa: cuando hay gente que tenía privilegios que va perdiendo, golpeaba la puerta de los cuarteles y venían los militares. Yo viví la dictadura de Onganía también, la época de los Bastones Largos. El común de la gente pensaba que cuando ya la ciudadanía no sabía para dónde salir, los militares los iban a salvar. Los golpes de Estado nunca nos salvaron. En aquel entonces también hubo traidores que fueron a golpear a las puertas de los cuarteles. Alguien denunció a mi hermana, a Oscar, a Enrique, a Juan. Alguien los señaló como peligrosos. Después ni los parientes muchas veces nos visitaron. La verdad es que se vivieron épocas muy duras. Yo seguí buscando a mi hermana. La sigo buscando.  

¿Cómo describirías la estrategia de miedo y represión establecida durante esos años, y cómo era la respuesta de la sociedad ante esa imposición del miedo? 

Yo creo que fue el triunfo de las dictaduras, el meter miedo, porque, la verdad, es que el miedo paraliza. Y yo me daba cuenta de que la gente que venía a mi casa de toda la vida, de pronto dejó de venir. Y en ese momento nos dolió mucho. Vivíamos siempre con mucho miedo, no sabíamos si nos seguían. Hay toda una planificación para meter el miedo en la sociedad, y, entonces, la sociedad no se involucra. ¿Qué mejor? tienen vía libre para actuar. También los medios de comunicación son los más fervorosos aliados de los golpes de Estado en este país. Muchísimo más aliados con ellos que con la gente a la que deberían informar. Malinforman, y entonces la gente lamentablemente lee y no busca las dos campanas. Nosotros teníamos que salir a contar que mi hermana era profesora, que lo que hizo fue fundar una escuela para adultos. El pecado de mi hermana fue abrir mentes, hacer que las personas eligieran libremente una carrera. Y la sociedad… la verdad es que al principio nos sentimos muy solos. La solidaridad la encontramos de la gente que estuvo cercana y que sabía lo que hacía mi hermana. Pero muchos otros por miedo, no. Yo lo reconocí mucho después, en el momento estaba muy dolida. Y después uno reconoció que, así como uno tuvo tanto miedo, ellos también lo pudieron tener.   

¿Cómo era la sensación de incertidumbre sobre el futuro durante esos años?

La dictadura siguió. Nos metieron en una guerra. Esta gente, con tal de seguir en el poder, era capaz de hacer cualquier cosa. Nosotros salíamos a buscar a nuestros hermanos y cuando vino la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, fui hasta la Avenida de Mayo, con una cola interminable de gente, había camiones que pasaban cargados de gente hablando y cantando de fútbol -el seleccionado juvenil había ganado el Mundial de 1979-. Y (el periodista) José María Muñoz, desde la radio, decía: “Vayan por la Avenida de Mayo y vean a los familiares de los subversivos que buscan a los que ya se fueron del país, que quisieron destruirnos con las bombas”. Muñoz ponía en contra nuestro a la gente que pasaba por ahí diciéndole que buscábamos a “tirabombas”, a asesinos. En ese momento, yo no sé si teníamos conciencia plena de lo que pasaba. El Mundial en el 78, era tal la incertidumbre ¿Los vamos a encontrar en algún lugar, en algún momento? Y ver a Videla festejar… esa incertidumbre era la que nos mareaba, de una realidad que no era la que se mostraba al mundo. Si ustedes ven ahora lo que eran en aquel entonces los diarios, “somos Derechos Humanos”, “vamos ganando en Malvinas”, nos estaban masacrando a los jóvenes. Ahora con el diario del lunes todos sabemos, pero en aquel entonces mucha gente consumió esa comunicación.

Sede de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en Argentina en Av. de Mayo 760 de la ciudad de Buenos Aires. Durante 14 días de 1979, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) visitó cuarteles y centros de detención del país, hizo entrevistas y recibió miles de denuncias que permitieron documentar la tortura y la desaparición forzada de personas

Más allá de tu historia personal, ¿hubo momentos o situaciones específicas que destacarías como especialmente difíciles o impactantes durante esa época?

Lo de Malvinas: fue tremendo. Venían los militares a las escuelas a darnos bajada de línea de lo que teníamos que enseñarles a los chicos. Y paralelamente yo estaba viviendo la desaparición de mi hermana. Y saber que esa guerra fue ficticia porque lo que querían era, por supuesto, quedarse en el poder muchos años más. Entonces, haber vivido esa guerra en paralelo, viviendo lo que me venían a imponer como docente, o los medios sin decir qué pasaba. También me impactó mucho la postura de la Iglesia. Yo no me canso de decir, y no lo digo con rencor, lo digo con dolor, que esto fue una dictadura cívica, eclesiástica, militar y empresarial. Los primeros pasos que yo di al otro día que se llevaron a mi hermana, fue ir a ver al cura párroco. Porque Olguita había sido partícipe de la juventud católica. Cuando voy a hablar con el cura me dice: yo, por Olguita, puede ser que le pida al obispo, pero por el japonés y por el ruso -Juan Takara y Enrique Sous- yo no pienso mover un dedo. Un pastor que abandona a algunas ovejas y que a otras tal vez las defienda… eso me hizo enojar mucho con la iglesia como institución. Es una tortura permanente el no saber. Hace dos días estaba aquí en casa y suena el timbre. La policía estaba en la puerta. Yo quisiera que pudieran sentir lo que yo siento cuando veo un uniforme. Los pobres no tienen nada que ver. Pero se me cierra el estómago. Y a veces me da miedo. Yo los vi en la puerta y dije: “Apareció Olguita”. No sé por qué pensé que me venían a traer noticias de mi hermana. Y no, era otra cosa, por un asalto que había ocurrido en la zona. Pero fíjense cómo después de cuarenta y tantos años, uno sigue con cierto temor por lo que puede pasar. Pero también con expectativa. De los militares que todavía están vivos, a ver por qué no nos dicen nada. Tiene que haber archivos. Por humanidad, que nos digan. Que les digan a las madres que se están yendo.

¿Cómo describirías lo que fue el fin de la dictadura? ¿Cómo fue ese momento?

El fin de la dictadura para mí fue que escaparon como ratas, que se tenían que ir, que el barco se hundía y, como en el Titanic, a ver a dónde iban. Entonces una guerra, la distracción, las nubes de humo para ver cómo nos vamos. Rescato el coraje de las madres salidas del medio de una cocina y de no saber qué hacer y para dónde ir. Las madres y los muchachos de Malvinas fueron los que trajeron la democracia. Ellos son los verdaderos artífices de que ahora podamos votar. Se abrieron camino, nacional e internacionalmente. Los pañuelos no son un regalo del cielo, son el fruto de la lucha de estas mujeres que para mí son el faro. A veces estoy bajoneada de ánimo y muchas veces extraño a mi hermana, y me duele lo que le pasó a mi familia, y la apertura de familiares y de conocidos que por miedo, seguramente, se abrieron y nos dejaron solos. Ahora por suerte nos acompañan y les abrimos los brazos y seguimos juntos. No quiero para nadie lo que pasamos. Tenemos que ser conscientes de lo que hacemos y decimos, y no podemos ir por el mundo con la violencia. Nunca nadie en ningún país consiguió con violencia nada y se está viendo mucho, lamentablemente. ¿Qué madre salió con un arma larga a la Plaza de Mayo a ametrallar a algún militar? Ese no es el camino. El que piensa diferente a mí, no es mi enemigo, yo no tengo derechos sobre la vida del otro.