Cayetano Santos Godino, conocido popularmente como el “Petiso Orejudo” (1896-1944) fue un temible criminal argentino que confesó ser autor de la muerte de cuatro niños, también se le atribuyeron numerosos intentos de asesinato, ataques a animales y el incendio de varios edificios, y además es considerado el primer asesino serial del país del siglo XX.
Su sobrenombre tiene origen por uno de sus rasgos físicos: unas enormes orejas que incluso llegaron a ser analizadas por la criminología de la época para determinar si tenían algún vínculo con su mentalidad asesina.
Con el tiempo, a través de la prensa amarillista y relatos de fantasías, su figura se convirtió en un mito urbano con el que los padres asustaban a sus hijos, pero su historia real es tan atroz que supera a la ficción.
Maldad temprana
Hijo de inmigrantes italianos, Cayetano tenía nueve hermanos, y creció en la miseria y en un contexto de violencia.
Desde pequeño manifestó su violencia. A los 8 años, llevó a Miguel de Paoli, un niño de casi dos años, a un baldío, donde comenzó a pegarle en la cabeza con una piedra. No llegó a matarlo porque un vigilante lo descubrió.
La misma suerte corrieron Roberto Carmelo Russo, Ana Neri y Severino Gonzales: en todos esos casos, personas acertaron al pasar por la escena antes de que el Santos Godino llegara a cometer el crimen.
En ese contexto, en 1906, su padre Fiore Godino entró a una comisaria de la ciudad de Buenos Aires para clamar ayuda para controlar a su propio hijo de 9 años: el comisario fue a buscar a Cayetano al conventillo donde vivían entonces los Godino, y se lo envió al juez. Tras una reprimenda, fue devuelto a sus padres.
Como el niño no mejoraba en su comportamiento, en 1908 lo encerraron en un reformatorio de Marcos Paz.
Sus años en Marcos Paz
El 6 de diciembre de 1908 los padres entregaron por segunda vez al terrible niño a la policía, y finalmente Santos Godino ingresó a la Colonia de Menores Marcos Paz (posteriormente renombrada como “Colonia Hogar Ricardo Gutiérrez”, en ese tiempo se llamaba “Colonia Nacional Agrícola e Industrial de Menores de Marcos Paz”), allí permaneció por los siguientes tres años.
El paso por el instituto de menores de la ciudad sería una bisagra en la vida criminal del “Petiso Orejudo”.
Durante su encierro en la Colonia concurrió a clases en donde aprendió a leer y escribir, pero la estancia de Cayetano en Marcos Paz, lejos de regenerarlo, lo endureció.
Poco se sabe de la estadía del chico en tierras marcospasenses. Hay crónicas que relatan que varias veces intentó fugarse.
El 23 de diciembre de 1911, la Justicia mandó a Cayetano a su casa para que pasara la Navidad en familia. Ese día, Santos Godino regresó a las calles potenciado como un terrible criminal.
El año próximo llevaría a cabo sus abominables asesinatos.

La vida después del reformatorio
Al siguiente año de haber estado en Marcos Paz, Santos Godino, ya en libertad, comete sus peores crímenes en los que se destacan: los asesinatos a Arturo Laurora de 13 años, su cuerpo fue encontrado golpeado y semidesnudo, con un trozo de cuerda alrededor del cuello; a Reyna Bonita Vaínicoff de 5 años, a quien le prendió fuego la ropa y falleció 16 días después; y a Gesualdo Giordano de 3 años: lo estranguló y le atravesó el cráneo con un clavo.
El “Petiso Orejudo” tenía apenas 15 años cuando cometió los asesinatos de los tres niños. El 3 de diciembre de ese mismo año, fue arrestado en su casa.
Según detalla una crónica, tras muchos estudios psiquiátricos, fue considerado penalmente irresponsable y alojado en un hospicio de alienados. Dada su agresividad, lo trasladaron a la Penitenciaría Nacional y, finalmente, fue enviado al Penal de Ushuaia, en 1923.
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Su muerte
Santos Godino falleció en la cárcel, sin visitas ni amigos, en 1944 y la versión oficial de su deceso se atribuye a una úlcera. Pero, también se cree que, en cambio, fue castigado por haber asesinado a las mascotas de la prisión y habría muerto a causa de una hemorragia interna causada por los golpes.
Fernando Gigena