Apenas tres semanas antes, la periodista Marcela Ojeda había dado, sin saberlo, el puntapié en su cuenta de Twitter. El 11 de mayo había escrito: “Nos están matando. ¿No vamos a levantar la voz?”, un mensaje cargado de angustia y urgencia, en el que exhortaba a mujeres de todos los ámbitos a levantarse contra la expresión más cruel y extrema de la violencia machista: los femicidios.
El disparador de aquel ‘tuit’ fue el femicidio de la adolescente Chiara Páez, ocurrido el 10 de mayo de 2015 en Rufino, en Santa Fe.
En el medio, entre el 11 de mayo y el 3 de junio, la convocatoria se consolidó mediante un documento que fue consensuado por una veintena de comunicadoras y periodistas con y sin militancia feminista previa, quienes se pusieron al hombro la logística de lo que sería la histórica primera movilización Ni una menos, lema que surgió de un encuentro que se realizó en la Biblioteca Nacional, justamente con esa consigna, y que está inspirado en un poema de Susana Chávez, una poeta mexicana que murió en 2011, víctima de femicidio.
Desde entonces, el grito Ni Una Menos, lanzado desde Argentina y extendido como marea en distintas regiones del mundo reclama políticas públicas y compromiso social para frenar la violencia femicida.
La conformación del Ministerio de las Mujeres y Diversidades tanto a nivel nacional como de la provincia de Buenos Aires fue un fuerte gesto del compromiso del Estado. Pero aún no alcanza.
Los datos oficiales de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema lo confirman: el año pasado hubo 251 femicidios, es decir, un femicidio cada 35 horas.
Y si bien no se observó un aumento durante la pandemia, como se temió en un primer momento ante al incremento de consultas al 144, los casos no bajan. En 2019 hubo 252 femicidios; 255 en 2018; 251 en 2017; y 254 en 2016, de acuerdo al mismo registro de la Corte Suprema.