El movimiento político más importante de la historia de Argentina entró esta semana en modo reflexión. Tendrá que ir a terapia
La victoria del oficialismo en las elecciones legislativas del domingo mostró que el presidente, Mauricio Macri, no solo cuenta con el respaldo de la mayoría de los argentinos. También reveló que Cambiemos ha construido una amplia red de maquinaria electoral que puede hacer frente al peronismo.
El partido de gobierno venció en 15 de las 23 provincias, obtuvo 40% del voto nacional y logró algo inédito en 32 años: ganar en las 5 provincias más importantes del país. Ahora la coalición peronista, sin mucha experiencia en hacer oposición, enfrenta una división casi irremediable y tendrá que visitar el diván para vislumbrar las razones de su derrota y la estrategia a futuro
Su figura más visible es Cristina Fernández de Kirchner, quien tendrá un escaño en el Senado por 6 años, pero perdió la batalla simbólica por el primer puesto en la provincia de Buenos Aires con el poco carismático candidato de Macri, Esteban Bullrich.
En su discurso tras las elecciones, Kirchner llamó a la unidad del peronismo para “detener” el llamado “ajuste” de Macri. El problema, sin embargo, es que parte del peronismo puede estar más cerca de llegar a acuerdos con Macri que de verla a ella como líder.
El factor de división, se cree, es Cristina.
Los expertos coinciden en que el peronismo enfrenta la peor crisis política en 30 años, pero ninguno descarta que en solo dos años el movimiento fundado por Juan Domingo Perón se reestructure y encuentre una carta competitiva para retar a Macri en las presidenciales de 2019.
Peor crisis en 30 años
La última vez que el peronismo se vio en una situación como la actual fue en 1983, a un año de la caída del régimen militar, cuando Raúl Alfonsín, de la conservadora Unión Cívica Radical (UCR), ganó las elecciones y luego, en 1985, consolidó su poder en unas legislativas.
En ese momento los periodos presidenciales eran de 6 años. Eso le dio tiempo al peronismo para renovarse.
En el 85, anota el historiador Luis Alberto Romero, “ya estaba empezando a crecer, se proyectaban varias figuras jóvenes y había un proceso de renovación, hasta que ganaron la provincia de Buenos Aires en el 87”.

“Ahí se impuso una versión institucional del peronismo en un país que quería ser democrático”, explica el profesor de la Universidad Torcuato Di Tella. Luego la figura del excéntrico Carlos Menem arrasó en el peronismo y llegó a la presidencia en el 89.
Tras un segundo mandato complicado de Menem, en 1999 el radicalismo volvió a la presidencia con Fernando de la Rúa. Pero solo estuvo un año en el poder tras la peor crisis económica en décadas, que sirvió de plataforma para la vuelta del peronismo y el asentamiento dentro del movimiento del kirchnerismo, una corriente de izquierda que gozó de una bonanza, reforzó el legado peronista de derechos y gobernó por tres periodos (2003-2015).

La figura de Cristina
Si el 60% de los argentinos que no votaron por Macri el domingo se unieran en torno al peronismo, el oficialismo no tendría forma de competir. Pero esa unión está descartada en este momento, porque la figura de Kirchner, que se declara peronista, genera rechazo en buena parte de los partidos que se adhieren al movimiento.
“El mayor obstáculo para la renovación peronista es ella y su círculo íntimo“, opina Raanan Rein, un historiador israelí experto en peronismo. “El ciclo kirchnerista ha acabado y mientras ella siga con la intención de mantener protagonismo eso no va a dejar ni el espacio ni el ambiente social necesarios para volver a formular una alternativa basada en esencias peronistas”, asegura a BBC Mundo.

Kirchner, que enfrenta como procesada varias causas de corrupción durante su mandato, ha dicho que volvió a la política y se lanzó al Senado porque el peronismo no tiene una figura consolidada para desafiar a Macri. Es cierto, según Nicolás Cherny, analista del Cippec, un centro de estudios políticos en Buenos Aires: “Los liderazgos que emergen siguen siendo incipientes y menores al liderazgo que se va”.
En lugar de lanzarse por el Partido Justicialista, el mayor del peronismo, la expresidenta creó un partido para estas elecciones, Unidad Ciudadana, que aspira aglutinar a la oposición. En las elecciones del domingo Kirchner fue la candidata opositora más votada del país. La fidelidad que mantiene de un 30% de los argentinos, sobre todo en Buenos Aires, parece inamovible.

El reto de una eventual figura peronista que pueda batirla dentro del movimiento es lograr aceptación mayor a ese 30%. “Kirchner hizo (ahora y durante su mandato) todo lo posible para que no crezca un líder carismático dentro del peronismo y, para seguir vigente, ridiculiza a los otros líderes”, sostiene Rein.
Los analistas creen que el peronismo no kirchnerista, parte del cual está gobernando provincias e intendencias, puede considerar menos fructífero aliarse de nuevo con Kirchner que generar acuerdos con un oficialismo del que dependen en términos de presupuesto, desarrollo y gestión.
La capacidad de renovación del peronismo
El peronismo ha probado que es capaz de adaptarse a cualquier realidad y renovarse dependiendo de los tiempos políticos más que de la ideología que instauró Perón en los años 50. El movimiento ha logrado congregar católicos, nacionalistas, progresistas, conservadores, liberales y comunistas. Pocos ejemplos más claros que el de Menem, un neoliberal de derecha con retórica justicialista en un partido que apunta a la izquierda.
De todas formas, añade Rein, “la brecha social en Argentina se va a mantener en el mediano plazo y el mensaje de nacionalismo y justicia social va a seguir atrayendo a gran parte de la sociedad“.
“El peronismo es un partido tan pragmático, tan fluido, que no le niega la oportunidad a nadie. Es un objeto líquido y gaseoso al tiempo que permite múltiples versiones”, explica Romero.
Todo dependerá, una vez más, de lo que pase con Cristina: si es apartada del núcleo peronista en busca de nuevos liderazgos o si logra generar unidad o si termina por profundizar la crisis como factor divisorio.
BBC MUNDO